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sábado, 16 de julio de 2011

Levaduras, mohos, hongos - 1 parte


No existe una definición satisfactoria para los hongos. Formarían otra clase de plantas sin clorofila, de las que parasitan en otras plantas verdes. Pero los hongos pueden considerarse como plantas bajas en la escala evolutiva, desprovistas de la sustancia que les permite hacer uso directo de la luz solar porque pueden vivir en ausencia de ella. Algunos hongos son parásitos, pero la mayoría no lo son. Los parásitos obtienen los elementos de su nutrición del huésped, aunque pasan por una etapa no parasitaria en su vida. El huésped puede ser animal o vegetal. No se ha descubierto ninguna especie de hongo capaz de parasitar simultáneamente a un animal y a un vegetal.

Los hongos no parásitos tienen necesariamente que encontrar su azúcar ya formada. Sus fuentes de azúcar natural más comunes son los restos de plantas recientemente muertas. Es aquí donde surge la enorme importancia de la actividad de los hongos al promover las primeras etapas de la desintegración y descomposición de los residuos vegetales.

El hábito microbiano de alimentarse no parasitariamente sobre la materia muerta se denomina saprofitismo. Gran número de hongos parásitos son productores de enfermedades mientras que muchos de los hongos útiles a la Humanidad son saprofitos. Sin embargo, algunos de éstos últimos no son muy bien recibidos por nosotros, justamente por desconocer su útil función.

El moho azulado que a menudo aparece sobre una naranja o el aparentemente más verdoso que crece sobre la cascara de los limones hace que esas frutas pierdan valor de comercialización. El consumidor lo considera algo muy semejante a una enfermedad.

Ahora bien, dondequiera que aparezca tal crecimiento de hongos sobre una fruta puede suponerse que ésta ha sido dañada previamente allí. Ese daño puede ser simplemente un pequeño golpe en el lugar posteriormente colonizado por el moho, pero el golpe ha destruido la integridad y vitalidad de la naranja o del limón solamente en ese punto. Y es allí y nada más donde una u otra especie de Penicillium (mohos azules o verdes) ha encontrado condiciones favorables y ha fundado su población.

El grupo Penicillium de mohos es favorecido por las condiciones presentes en los citrus dañados. Cuando surgen no hacen más que atestiguar la urgencia de restaurar el material vegetal localmente dañado, desvitalizado o tal vez muerto, y empiezan a trabajar para volverlo a la circulación como alimento para las plantas superiores.

La propagación y reproducción de los hongos sobreviene en forma fundamental a través del micelio, que es el tallo constituido por delgadísimos filamentos que pueden observarse sin dificultad propagándose en masas bajo la tierra donde crece un hongo de los llamados de sombrero.

domingo, 20 de febrero de 2011

Parásitos Externos del Hombre


El hombre está "habitado" a veces por parásitos que viven, no dentro de él, sino sobre él, y que son verdaderos vampiros; las pulgas se hallan entre esos seres indeseables. Solamente en Europa se han contado 150 especies distintas; pero felizmente no todas se encarnizan con el hombre. Los mamíferos y los pájaros tienen sus propios parásitos. Una pulga de perro y una que se ensaña con el hombre pertenecen a dos especies diferentes, pero no es nada raro que cambien de menú y pasen del uno al otro.

La pulga no debe inspirar temores por su tamaño. Mide apenas 2 14 mm. Hay personas particularmente pacientes, que se divierten en atar pulgas, por medio de hilos de oro, a vehículos en miniatura y a presentar lo que se llama por lo común pulgas sabias en espectáculos ambulantes.

La pulga no es particularmente bella; no posee alas (es áptera), pero puede efectuar saltos notables. Por esta razón las publicaciones deportivas han presentado a las pulgas como a maravillas de la naturaleza: sin esfuerzo pueden dar un salto en alto igual a doscientas o trescientas veces su propia longitud. El hombre, aun el mejor atleta, comparativamente es un ser torpe, que con gran esfuerzo puede saltar un poco más alto que su propia estatura; si, en cambio, poseyera el poder de la pulga podría alcanzar de un solo salto el piso superior de un rascacielos.

Debemos decir que estamos haciendo un razonamiento completamente falso, pues no se ha tenido en cuenta el peso del cuerpo. El peso aumenta proporcionalmente más que la fuerza muscular para una talla superior y la altura del salto es independiente de la relación de tamaño. Una pulga no saltaría más alto que un hombre si existiera la proporción del peso.

La pulga no vive permanentemente sobre aquel que ha escogido como víctima. Es suficiente que pueda saciarse con su sangre. Pone sus huevos en lugares sucios, en las hendiduras del piso o en otros lugares propicios. Los huevos dan nacimiento a larvas parecidas a gusanos, que se alimentan con desperdicios.

En los trópicos vive una especie parecida a la pulga común de nuestras regiones. Se le ha dado el nombre de pulga de arena. En Sudamérica se la conoce con el nombre de nigua o pique. La hembra adulta se incrusta en la piel, sobre todo en el pie y sólo una ínfima parte del cuerpo queda visible; luego se desarrolla hasta alcanzar el tamaño de un guisante. Suele producir dolor a la víctima, pues al parásito se le ocurre la impertinente idea de ocultarse a veces bajo las uñas del pie. El cuerpo monstruosamente desarrollado de este insecto no permite adivinar su parentesco con la pulga común.

La pulga de arena (Sarcopsylla penetrans) es particularmente notable, porque demuestra cómo un parásito externo puede progresivamente convertirse en parásito interno. Este insecto conserva una pequeña comunicación con el mundo exterior. Otros insectos, en cambio, ponen sus huevos en la piel de su víctima y las larvas se abren camino hasta lo más profundo de los tejidos, en los cuales se desarrollan.

El hombre ha sido elegido como víctima por tres especies de piojos. La que ha preferido sus cabellos como refugio predilecto (Pediculus capitis) es la más conocida y sin duda alguna la más difundida. El piojo está muy estrechamente asociado al ser humano y se esfuerza para no abandonarlo nunca; no vuela ni salta, pero es buen trepador y posee sólidas pinzas, que le permiten aferrarse a los cabellos. Sus huevos se adhieren a ellos por una substancia pegajosa y, contrariamente a lo que sucede con las pulgas, los piojos recién nacidos se parecen a los insectos adultos. Por otra parte, tienen el mismo modo de vida, es decir que, a partir de los primeros momentos de su existencia, se alimentan con sangre humana. No es raro que varias generaciones de piojos vivan en una misma cabeza.

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